Biosofía 3
Uno de los aspectos más sorprendentes en los llamados medios esotéricos o espiritualistas, es la facilidad con la que innumerables personas, no teniendo más que unos tenues y distorsionados vestigios de conocimiento (reparad que digo “conocimiento” y no “sabiduría”) proclaman o piensan: “Ya lo se todo” o “¡Eso ya lo sabía yo!”. Por ejemplo, ante un texto en el que aparezcan ciertas palabras clave sobre “cosas espirituales” (espíritu, alma, Dios, amor, etc.), lo dan como comprendido, a pesar de que se les escapen mil y una relaciones subyacentes, mil y una asociaciones de conceptos, mil y un simbolismos, mil y una indicaciones prácticas –prácticas, no primarias-, mil y una referencias a vastísimos conocimientos, mil y un sentidos más profundos. No les perturba el ignorar frases enteras (o el considerarlas ininteligibles) ni tienen la mínima idea de la puerilidad (o de la nulidad) de las afirmaciones que harían si fuesen llamados a comentar el texto que dicen –tantas veces vanidosa y arrogantemente- comprender íntegramente y desde hace mucho. No obstante, una simple frase de ese texto, podría llevar horas y horas (con palabras humanas) para descifrar su sentido. Obviamente, un texto simplista escrito por esas mismas personas, que incluyese las referidas palabras clave (pero sin todo lo demás), sería considerado por ellas de idéntico valor (o, hasta incluso, superior) y digno de la más grande atención.
Efectivamente, la lectura más común, más accesible e inmediata es siempre la de las apariencias y los fenómenos. Sin embargo, eso no permite ir más allá de la periferia más externa y limitada de la Realidad, lo cual continua dejando al ser humano a merced de todas las circunstancias. Ninguna Sabiduría verdadera y consistente se puede conquistar sobre la base de tal superficialidad, que ignora completamente la existencia y el método de una Ciencia de los significados internos.
La Psicología Esotérica es, en grado superlativo, la Ciencia. Tan es así como es verdad que este Universo es predominantemente mental y que es un vasto y prodigioso pensamiento de la Divinidad. Ese Pensamiento es efectivamente la sustancia real de todas las cosas.
Se incluye en ella el prodigioso y majestuoso conocimiento de la naturaleza sustancial y edificadora de los Siete Rayos. Estos, en realidad, son los ladrillos anímicos, cualitativos y éticos con los que se construye el prodigioso edificio de la Consciencia, en todos los Planos. Producen y cualifican todas las formas existentes en el Universo. Su estudio es absolutamente fundamental e inagotable; desvela todo un sistema y todo un universo de arquetipos, de relaciones psicoenergéticas y de funciones vitales, que sobrevuelan altaneramente por encima de los limitados y rudimentarios principios –los colores, el trabajo con las llamas- que algunos juzgan como lo fundamental, sin llegar nunca a imaginar siquiera la vastedad de lo que se les escapa.
Por todo ello, la concretización de un programa integrado (sintético y, al mismo tiempo, completo) de la Ciencia de los Siete Rayos constituye una paso fundamental e imprescindible. Obviamente, en el desarrollo del futuro, se incluirá ese programa en un sistema más vasto, en el plano omniabarcante de una Escuela de Biosofía.
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