Editorial – ¿Por qué Biosofía?
La pregunta que da título al editorial de este primer número puede, en verdad, tener dos sentidos: por qué se decidió publicar la revista «Biosofía» o por qué fue éste el nombre que se eligió para designarla.
La pregunta que da título al editorial de este primer número puede, en verdad, tener dos sentidos: por qué se decidió publicar la revista «Biosofía» o por qué fue éste el nombre que se eligió para designarla.
Confiamos, por razones fundamentadas, en lo apropiado y oportuno del nombre atendiendo a los objetivos previstos de esta nueva revista; porque así es, la explicación del concepto implícito en la palabra «Biosofía» conducirá naturalmente a la clarificación de tales objetivos.
Etimológicamente, Biosofía significa «la sabiduría de la vida». Desdoblando ese significado, puede ser entendida como una ciencia integral (Sabiduría), proyectando la Vida en todas las prolíferas manifestaciones que podamos ponderar y, por eso, incidiendo tanto sobre los dominios de la más alta abstracción o de la comprensión teórica de las leyes regentes del Universo, como sobre las múltiples expresiones de la creatividad humana o, incluso, sobre la búsqueda de respuestas para los más diversos y prácticos problemas de la existencia cotidiana y del hombre contemporáneo, incluyendo la clasificación de las reglas de conducta y de las necesidades de transformación que propiciarían el equilibrio, el progreso y la realización más plena (a nivel individual y colectivo).
Se decidió publicar esta revista porque consideramos imprescindible (contribuir para) esta noción multidisciplinar, integrante y unificadora de la comprensión de la Vida, que ayude a libertarse al ser humano del yugo de los sectarismos y de las unilateralidades y le fundamente e ilumine el camino del universalismo – o mejor, de una lúcida y esclarecida conciencia universalista, sin la cual la soñada Fraternidad no pasará de una palabra. Nada es más universal y precioso que la Vida…
Es así que, en esta publicación, encontramos natural la coexistencia de abordajes temáticos sólo aparentemente tan distintos como, por ejemplo, los de intervención cívica en áreas sociales, políticas (no partidarias) y económicas, de salud, de alimentación, de ecología (en un amplísimo sentido), de sociología, de psicología, de pedagogía, de arte (musical, plástico, literario, etc.), de filosofía, de tradiciones, formas religiosas y mitológicas de diferentes pueblos, de la(s) ciencia(s) física(s), de la(s) ciencia(s) esotérica(s)… No podemos desdeñar ningún medio que pueda contribuir para tornarnos más digna, auténtica e integralmente Humanos.
Les parecerá extraño, a algunos, que aludamos a la ciencia esotérica y esto justifica algunas palabras de explicación.
La entidad que se responsabiliza por la edición de esta revista – el Centro Lusitano de Unificación Cultural – tiene una base filosófica-científica de matriz esotérica, que nunca dejo de asumir. Muy al contrario de lo que, por veces, se piensa (?), el esoterismo – el verdadero Esoterismo – no tiene nada que ver con supersticiones, creencias y fenómenos milagreros, posturas que (juntamente con las del fanatismo, del sectarismo y de la intolerancia) se colocan entre los grandes obstáculos para la madurez evolutiva del Hombre y para el crecimiento para una conciencia más amplia y más libre. Propugna por el reconocimiento de una Sabiduría Universal, que atraviesa múltiples tiempos y latitudes (con sus peculiaridades civilizacionales y culturales), y que ha ido (y continuará) desdoblándose a través de las más diversas formas y tradiciones – religiosas, filosóficas y científicas – capaces de contribuir para su comprensión. Entiende el espíritu y la materia como los dos polos (o el padre y la madre, de cuya relación nace la consciencia individual) de la Vida universal que los sintetiza y, por eso, sustenta la posibilidad de una (cons)ciencia del espíritu o ciencia esotérica – incidente sobre el mundo interno de causas, valores y significados – de la misma forma como se considera posible una ciencia de la materia – el mundo externo de los efectos fenoménicos, de los objetos y significantes.
Algunos años atrás, en una conferencia pública, (después reproducida en libro), expresamos la idea que anteriormente habiamos formulado innumerables veces y que no hemos dejado de repetir, con estas o semejantes palabras:» En verdad, el espiritualismo no es – no debe ser – un terreno donde toda y cualquier afirmación pueda tener validez, donde, entre la fantasía o el sensacionalismo y la realidad, no existan criterios de distinción y valía. Los mundos suprafísicos, como el plano físico (al final, el Universo entero), son regidos por leyes que podemos llegar a conocer y, con base en ese conocimiento y en esa comprensión, podemos entonces contrastar la validez (o no) de cada afirmación» – a la luz de la ciencia.
En algunos números futuros (posiblemente, a partir del 3º) habrá, además, oportunidad de demostrar como es posible un interesante diálogo entre la ciencia espiritual y la ciencia física que, sin desvirtuar conceptos y forzar coincidencias (como, a veces, se hace), permita establecer comparaciones de perspectivas (aclarando y aproximando, previamente, las terminologías sólo en parte coincidentes) y puntos de contacto insospechados para muchos. Lo mismo se intentará hacer entre el sistema esotérico y las llamadas ciencias humanas y sociales, tarea por ventura un poco más fácil pero no menos importante.
Es también con el próposito de clarificar y hacer evidentes la inmensa distancia entre egoístas, absurdas y supersticiosas creencias y la vasta, majestuosa, sublime y coherente ciencia esotérica (o filosofía del espíritu) que, en «Vidas Mayores», comenzaremos por rendir homenaje a algunas de las grandes figuras que, para la formulación y el reconocimiento de ésta, vivieron y trabajaron notablemente, a lo largo del último siglo y medio (aproximadamente). Al hacerlo, no ignoramos que, entre ellos, existieron diferentes perspectivas y hasta divergencias algunas veces; procuramos, no obstante, ver su trabajo más allá de las circunstancias puntuales y efímeras, reconociendo así que ninguno de ellos vivió en vano y que su labor fue noble, digna y fructífera.
El Centro Lusitano de Unificación Cultural (CLUC) tiene por tradición y por lema «jamás desistir». No es una cuestión de tozudez u obstinación mas (suponemos) de autenticidad, de profunda convicción y de consecuente tenacidad de ánimo. De este modo, jamás podremos dudar seriamente de la larga vida que tendrá esta nueva actividad editorial – siguiendo el ejemplo de las otras iniciativas anteriormente surgidas. No obstante, esa convicción, añadida a la que dice respeto a la utilidad, razón de ser e importancia de «Biosofía», es ampliamente reforzada por la cantidad y cualidad de los articulistas que se ofrecieron a colaborar. Este hecho constituye un motivo de satisfacción tanto mayor cuanto es cierto que toda la participación (obviamente, también, del Grupo de Amigos del Centro Lusitano) es hecha a título absolutamente desinteresado. Por de esta manera proceder – con generosidad, con grandeza de alma, con actitud fraterna -, a todos es debido un «¡Gracias!».
Como alguien dijo, «en ningún momento está contenida tanta energía como en el momento inicial». No vamos a malgastar esa energía en más presentaciones e iniciemos el futuro que, citando al mismo Autor, no debemos medir «por la pequeñez del momento fugaz mas, sí, por la grandeza de los sueños que se abrigan en las almas generosas». ¡Qué, de ese modo (determinado, lúcido y dedicado) sepamos – todos – cumplir!
José Manuel Anacleto
Presidente do Centro Lusitano de Unificação Cultural
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