Iniciación
En cuanto Ceremonial, la Iniciación es fundamentalmente la actualización y la sintetización de las energías que, durante un largo camino, el discípulo consagró en pro del Trabajo Evolutivo y que, entonces, son focalizadas (reunidas en un punto único) por la trinidad constituída por el Hierofante y por sus dos asesores. Ellos “recogen” esas energías, dispersas en el tiempo y en el espacio, y las devuelven como un todo a su verdadero dueño, a quien las generó.
La potencia de ese retomar y de esa congregación de energías, así como la pujante ampliación de consciencia que le corresponde, necesitan ser debidamente atenuadas y ajustadas por los dos asesores (o padrinos) que, con el Hierofante, constituyen el triángulo de fuerza en el que es inmerso el discípulo. Si no fuera así, los vehículos de éste sucumbirían. De hecho, en un único y radiante momento el discípulo consciencia y recibe el impacto de una carga tremendamente poderosa, imperceptiblemente desarrollada por él y acumulada mediante el esfuerzo de muchas vidas. La Llama que en ese instante irrumpe (por la imposición del fuego eléctrico del centro iniciático en el combustible de las cualidades durante largo tiempo adquiridas) es suficientemente fuerte y sustancial como para romper y penetrar en el Reino de los Cielos y así iluminar, en un relampagueante fulgor, muchos de sus espacios gloriosos y de las Leyes y Secretos de la Naturaleza Divina, en diferentes y progresivos niveles.
En ese eternizado momentum, él (el discípulo “iniciante”) es el cáliz pleno, en luminosa ofrenda y comunión con los Cielos; es digno, entonces, de sus poderes y, cargado e iluminado de sus verdades, retorna al mundo de los hombres. Regresa más sabio y más fuerte, y también más responsable por la ardua misión que tal Oportunidad le concedió y autentificó.
La verdadera iniciación no es, pues, un hecho arbitrario, exógeno, ajeno al cumplimiento de las perfectísimas Leyes Divinas, y susceptible de ser llevado a cabo en términos exotéricos, aleatorios o dependientes de convencionalismos de las organizaciones humanas (con sus autoproclamados iniciadores). Es importante, además, enfatizar que, en los tiempos actuales, ninguna organización humana (sin excepciones) tiene la legitimidad y el poder de conceder la auténtica iniciación oculta. Ësta constituye, realmente, la consecuencia rigurosamente natural, legítima y sacralizada de un Acto santo, pleno, interno y determinante; constituye la fusión de la imagen reflejada en el espejo de los mundos inferiores e ilusorios (imagen que ganó alma y se realizó) con la esencia del propio Ser.
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